O fracaso do individuo

BF17C7F1_22024Francisco Ant. Vidal Blanco. Todos vemos a mesma serie de televisión, lemos o mesmo libro e ata tomamos o mesmo combinado cada tarde, e quen non o fai non está na onda. A singularidade, que tanto se proclama, é tan singular que nos iguala por un mesmo rebolo e a diferenza, moitas veces, no pasa de ser un pequeno matiz que non vai máis aló de se prefires o café cunha cullerada ou cullerada e media de azucre. Esa nimiedade e todo o máis que nos diferenza nun mundo en que cada vez máis nos parecemos todos en gustos, preferencias e aspiracións.

No traballo miramos máis ós números que á cara da persoa. Os capataces só saben ler estatísticas que, evitando e desprezando as peculiaridades propias de cada quen, confrontan. O mesmo traballador, imbuído nese afán comparativo, afánase por superar as cifras persoais polas que é medido, tratando de amosarse sobranceiro, sen decatarse de que cando falan del non citan un nome, senón un número. A frase máis escoitada é esa de que un se está realizando, cando realmente o que está é autoexplotándose a si mesmo, tratando de superar o propio rendemento, a mesma capacidade laboral para facerse notar. Xa non se necesita un capataz, encargado ou vixilante que o leve polo rego, xa está a idea esa da realización persoal que non é outra cousa máis ca un eufemismo para que cada quen se esforce por deixar as plusvalías do seu traballo na bulsa empresarial. E chégase así á angustiosa loita contra o que nos rodea, virulenta moitas veces, polo único afán de sobresaír, de competir cos compañeiros co fin de demostrarnos, a nós e ó entorno, que non somos como o resto, cando realmente esa mesma aspiración é o que nos iguala; e a aqueles que non a teñen marxínanos. A cousa é que a cada intre estamos máis felices de formar parte da morea indistinguible, aínda que a nivel persoal, cada quen ó seu xeito, está convencido da súa particularidade, porque a pesares de que todos pedimos o mesmo tipo de viño, cada quen manifesta unha preferencia por unha marca, por unha etiqueta que singulariza a denominación de orixe que todo o engloba.

Byung-Chul-HanVivimos nunha sociedade de alienados, e convencémonos de que esa alienación é o mellor dos mundos, por iso, visualizarnos nas redes sociais, no grupo ou nas festas de empresa con esmorga incluída, manifestando excentricidades de todo tipo, é o único que nos axuda nesa procurada diferenciación, sen decatarnos de que iso só é unha especie de narcisismo abocado a revolver e enturbar as augas do regato en que nos miramos; e en resumidas, a meta cara a que imos é algo embarullado no que se pretende salientar sen deixar de ser coma todos.

A tal extremo chegamos, que só lemos, vemos e escoitamos aquilo co que habemos de estar de acordo, e sen maior opinión rexeitamos todo o que é contrario a esas ideas, nas que nos encastelamos con teima numantina.

 

5 comentarios en “O fracaso do individuo

  1. Querido Xerardo:
    Al conocer tu “uberrima fides” me “placet” recibir de un “homo sapiens” como tú, ese (Magdalena dixit).
    Hasta otro día, amigo Agrafoxo, “Deo volente”.
    ¡ He dicho !

  2. Querido Francisco:
    Nunca me ciño a los dictámenes de la moda. Procuro hacer las cosas a mi modo sin salirme de los cánones que mi sentido común me impone. Ni siquiera en aspiraciones: mi meta es estar en paz conmigo misma tratando de desarrollar de la mejor forma posible las capacidades que me fueron dadas. Esta manera de ser o de conducirme es la que procuro transmitir a los que me rodean, sin imposiciones.
    Jamás fui amiga de marcas o firmas distintivas. En una ocasión había rebajas en ciertos grandes almacenes. En una enorme cesta se exponían revueltos un montón de fulares. Eran bonitos y tenían buen precio, así que elegí unos cuantos que se adaptaban a mi estilo, sin fijarme en la firma. Al ir a pagar, el precio ascendía a una cifra muy superior a la de los fulares elegidos. Se lo hice ver a la dependienta. “¿Se ha fijado en la firma que lleva este fulard?”, preguntó mostrándomelo. “Pues, no. He cogido los que me gustan sin percatarme de las firmas”. “Es que, mire, este lleva estampado el nombre de Maurice Lacroix y eso lo encarece”, explicó la vendedora. En aquel momento vino a mi memoria el anuncio de la tele para mí más odiado: la voz impostada de la señorita que anunciaba una gama de relojes de la misma firma. Cada vez que oía aquella voz me prometía no comprar en la vida un producto que llevase ese nombre. “Ah…Pues sabes que te digo…: ¡Ni cobrando luciría esa firma!”.
    La expresión,”estar realizándose” se puso en boga hace un montón de años. Siempre la odié. Creía que ya estaba en desuso.
    Más que denominación de origen -que nunca está de más advertirlo, siempre que el producto le haga honor- busco alimentos que me gusten y, a poder ser, tenga un mínimo de añadidos. Por ejemplo: no entiendo que algunas marcas de leche conserven “todo el calcio de la leche” y a otras haya que añadírselo. En este sentido podría extenderme sin fin, pero bastante me he alargado. Para colmo estoy disfrutando de un buen resfriado y me canso pronto de leer y escribir. Pero no temas que a través del ordenador no creo que se contagie. A no ser que ocurra lo de la embarazada que se quedó encinta por teléfono.
    De acuerdo con el pensador surcoreano: “la sociedad del cansancio” es la frase que mejor encaja con el dislate que estamos viviendo.
    En pocas palabras: este artículo que tan magníficamente has escrito y que plasma la realidad cotidiana, a mí no me atañe lo más mínimo. Creo.
    Un fuerte abrazo sin virus. (Con tanto avance nunca se sabe).

  3. Querido Francisco:
    Hoy me he levantado con ganas de llevarle la contraria a alguien. Como me he topado contigo empezaré por decirte que yo ni veo la tele, ni tomo combinados y el café lo tomo con sacarina, y como no trato de parecerme a nadie pienso: qué sería de mí sin mí.
    ¿ Afanarse por superar las cifras personales? tampoco: porque como decía Cantinflas “uno da de sí, y otro da de no”. Aunque, hacer lo que hacía una compañera argentina que no daba un palo al agua, tampoco. Cuando se lo recriminaban decía que cuando trabajaba allende los mares, el primer día de trabajo sus compañeros la aleccionaban para que no moviese un dedo por delante de ellos, de lo contrario le harían la vida imposible. Y ella venía con la lección muy bien aprendida, la del latifundista: recogía lo que otros habían sembrado.
    ¿ Agonía del pensamiento? Los del siglo de oro no estarían de acuerdo con el filósofo surcoreano. En aquél entonces no había periódicos pero, de haberlos habido Cervantes y Quevedo serían colaboradores del ABC. Góngora de El País, Villamediana de El Mundo y Lope de Vega dicen que de todos. Supongo que cada uno de ellos (menos Lope) tendría su opinión bien formada referente al politiqueo.
    Para no ser tan mala voy a darte la razón en algo: es cierto que muchas veces queremos escuchar lo que a nosotros nos interesa, eso es verdad.
    Bueno, aquí lo dejo, Francisco.
    Que FÉLIX te lleve volando un abrazo palmeirán.

Deixa unha resposta

O teu enderezo electrónico non se publicará Os campos obrigatorios están marcados con *