Ese tempo que voa

Matalobos
Matalobos

Francisco Ant. Vidal Blanco. Supoño que a todos nos pasa o mesmo, que a medida que cumprimos anos a vida semella fuxir con máis présa, e sen embargo o tic-tac do reloxo sempre é o mesmo. De nenos as horas non daban pasado, un curso duraba unha eternidade e o que fixeramos dous meses atrás semellaba perdido na prehistoria. Coa idade a cousa foi cambiando paulatinamente e agora, o que fixemos hai dez ou 15 anos parece que foi onte, a pesar de que as axendas cheas de borróns enchen caixas que abarrotan os andeis da vida. Unha aparente discrepancia que o calendario nos nega.

As razóns de por que o reloxo da memoria non se acompaña coa máquina que mide as horas é algo inexplicable. Aquilo de Einstein, da dilatación do tempo, adornado cunhas fórmulas que calquera rapaz de instituto sabe desenrolar e moi poucos científicos son quen de explicar, nada teñen que ver co asunto este da duración dos días segundo se teñan quince ou cincuenta anos; e estou por dicir que quen máis se acercou a definir esta elasticidade foi Dalí co cadro titulado A persistencia da memoria, con eses reloxos que parecen de chicle, aínda tendo as agullas e os números colocados onde realmente lles corresponde.

Reloxos de DaliEstoutro día, procurando esa descoñecida razón, uns entendidos apuntaban a que esa aparente discrepancia está motivada pola lentitude con que as imaxes son obtidas e procesadas polo disco duro dos miolos, que así como imos criando canas, as neuronas medran en complexidade e tamaño, e os impulsos eléctricos que as activan atopan maior resistencia ó seu paso, ou o que é o mesmo, tardan máis en atravesalas, o cal se traduce na perda de moita da información que o mesmo cerebro desbota para facerlle sitio ó realmente importante, para non perder tempo, deixando moito espazo baleiro entre acontecementos, e eses espazos son os que nos dan a sensación de que o tempo se acurta.

Ó final, a realidade, sen a leria científica que nos embrolla, vén sendo algo que tanto se traduce na falta de reflexos para coller un vaso que cae antes de que escache, como que os ollos dos nenos se movan con maior rapidez cós dun ancián. Ou se o preferides, podemos comparalo co visionado dunha película de acción: ¿Quen queda con máis detalles, o vello ou o novo?. Ou coa lectura dun libro, pois mentres o rapaz pode atopar valores que o sorprenden en cada liña, ó vello algúns parágrafos pareceranlle intranscendentes por simples ou rutineiros, e mentres os le estará pensando nos biosbardos. Deixando ocos na memoria.

3 comentarios en “Ese tempo que voa

  1. Francisco: Algo he comentado respecto a los años, con una de vuestras compañeras, pero hoy lo haré contigo, procurando no extenderme demasiado.
    Dice Carmen que el tiempo hace estragos.Por supuesto. Lo que pasa es que hay que saber “capearlo” con cierto sentido del humor(en el fondo diría con resignación), y así el deterioro lo notaríamos menos. También es cierto que de este desgaste o deterioro, del paso de los años, nadie se libra. Sobre todo, si cumplen -sin ir más lejos-, los que yo tengo.- Pero a lo que iba:
    Cuando era una adolescente los años tenían los mismos meses, semanas, días y horas, y no te daban pasado; incluso deseábamos ser mayores.¡Éramos tan jóvenes!
    Hoy, con más años encima, ese tiempo se ha convertido en un gran desasosiego e inquietud para los mayores. En mi caso concreto, y a diferencia de cuando era joven…Hoy, un año, me parece un mes; el mes una semana, y el día una hora. Es esa sensación que te indica, que el final está cerca.
    En la juventud lo descubrimos todo. En la vejez ya no necesitamos descubrir nada, porque estamos de vuelta de todas las cosas. Es, entonces, cuando te das cuenta que el tiempo ha pasado, y que poco o nada te queda por hacer. Y termino con esta máxima: ” Los que en realidad aman la vida son aquellos que están envejeciendo. (Sófocles)

  2. Querido Francisco:
    ¡Qué realismo transmite tu artículo…! Y de qué manera tan científica -no exenta de humor, ironía y hasta de cierto lirismo- relatas los estragos que produce el paso del tiempo en el entendimiento humano y cuáles son las causas que lo provocan. Es evidente que a todos nos afecta; aunque con distinta aceleración, supongo.
    No recuerdo el momento en el cual los días (¡qué digo, días!: los años) comenzaron a empequeñecer hasta convertirse en poco más que un suspiro. Lo que sí puedo asegurar es que esa sensación se agudiza por segundos. Me consuela pensar que a más edad más selectivos nos hacemos. ¿Quiere eso decir que prescindimos de lo superfluo para dejar espacio a lo auténtico…? Algo es algo.
    Lo malo es que, como muy bien expresa Magdalena, el paso del tiempo no sólo afecta a la mente… Sin embargo, la faceta física tiene más fácil reparación.
    Felices sonos.

  3. “Las distancias han desaparecido y el tiempo se ha reducido. Los ciudadanos del cambio de siglo sufrimos un nuevo trastorno de las coordenadas temporales y espaciales”.
    Pues tienes razón, Francisco. Antes sabía quien era el autor de la citada frase y ahora ya no me acuerdo.
    Hoy tu artículo, querido vecino, me ha deprimido un poco al verme reflejada en él. Acababa de salir de la ducha y con la toalla todavía enrollada encendí el ordenador, me senté y leí tu mensaje al tiempo que restregaba con otra toalla pequeña la cabeza. Al acabar de leer, me levanté, cogí ropa limpia en el ropero y al cerrar la puerta mientras rumiaba tus palabras me vi reflejada en el espejo. Me acordé de mis blusas henchidas de contenida femineidad y recordé una frase de Antonio Gala: “Vamos reduciéndonos día a día como la luz en el otoño”. Y con un poco más de desilusión en el alma y menos energía en la médula, pensé que nuestro país va camino de ser una gerontocracia a pesar de que ese tic tac del reloj siga siempre con el mismo ritmo.
    Querido Francisco, perdona esta digresión, que no ha sido más que un desahogo, pero, has tenido tú la culpa por hablar de los calendarios pasados.
    Acabo de hacer un paréntesis y he ido a mirarme al espejo, y una vez que he aplicado al físico lo químico ya me he visto bella. El crepúsculo es hermoso.
    Y una vez el tiempo pasó. Mis quehaceres me reclaman.
    Besiños palmeiráns.

Deixa unha resposta

O teu enderezo electrónico non se publicará Os campos obrigatorios están marcados con *