Ricardo Sanlés Martínez, un mercedario de Palmeira

O Escritor. ImaxePastor Rodríguez. Aínda que a achega intelectual das ordes relixiosas no Barbanza corresponde maioritariamente aos franciscanos e, en menor medida, aos xesuítas, Ricardo Sanlés Martínez, nacido en Palmeira o 1 de decembro de 1916, pertenceu á orde da Mercé. Ingresou no convento de Sarria en 1931 e fixo a profesión en Poio en 1942, ano no que foi tamén ordenado presbítero. Ocupou varios cargos importantes na súa orde: comendador de Sarria entre 1951 e 1954, mestre de filósofos e teólogos en Poio entre 1954 e 1957, definidor provincial e bibliotecario de novo en Poio. Dedicado aos estudos eruditos sobre a orde da Mercé e o seu papel na evanxelización de América e Filipinas, publicou o Aviamiento y catálogo de las misiones y misioneros de la Merced de Castilla o las Indias durante el siglo XV según los Libros de Contratación, que publicou en Madrid entre 1974 e 1976 a partir de materiais que preparara o padre José Castro Seoane, de quen escribiu unha biografía editada en 1972. Previamente, en 1971, dera ao prelo a obra Trayectoria misionera de la Merced en la conquista de América, que completou en 1979 con Aviamiento y catálogo de misioneros a Indias y Filipinas en el siglo XVI. Xa no ano 1966 publicou sobre a súa orde o Manual de los Capítulos Provinciales e, no ano 1973, Nuevos documentos para la vida de Vicente Espinel, sobre ese importante narrador e poeta do Século de Ouro. Foi membro correspondente da Junta de Historia Eclesiástica Argentina en 1975 e da Real Academia da Historia. Faleceu en Poio, o 9 de febreiro de 1989.

2 comentarios en “Ricardo Sanlés Martínez, un mercedario de Palmeira

  1. Querido Pastor:
    Es de agradecer la semblanza que haces de una persona nacida en Palmeira de la que no tenía noticia -me refiero a su obra-, a pesar de que su madre, la señora Isolina, era la amiga más querida de mi abuela Amalia; sus hermanas, Carmen e Isolina, amigas de mi madre y de mi tía Victoria; y yo fui amiga de las hijastras de Manolo, hermano del Padre Ricardo. Todavía recuerdo -siendo muy niña- el lagar improvisado en el patio de la casa del Vilar, en el que la señora Isolina lograba un buen vino para abastecimiento propio. Y el episodio del mandil que dejó colgado al borde del lagar, del que quedó poco más que las cintas, engullido por el mosto fermentando. También tengo recuerdos de una breve estancia en la casa de los Sanlés, en Ferrol; pero era tan pequeña -yo, no la casa- que sólo me quedaron grabados una sensación placentera y un pequeño jardín.
    Al Padre Ricardo creo que sólo lo vi en una ocasión en la que nos mostró la biblioteca del monasterio de Poio, un sábado que fuimos a escuchar la Salve. A pesar de la amistad con la familia, desconocía su obra y cargos. Siempre lo consideré como un fraile más del monasterio.
    Tu artículo me ha traído una serie de vivencias agradables que sólo empaña la ausencia de los que se fueron.
    Un abrazo y muchas gracias.

  2. Buenos días, Pastor:
    Hace ya bastantes años, en un viaje que hice desde Andorra a Barcelona en autobús, con los ojos cerrados porque molestaba el aire acondicionado a mis secos ojos, entretejí un pequeño cuento mentalmente. Cuando estuve devuelta en casa, lo urdido en aquellas tres horas, lo pasé a una libreta. Le puse de título “El paraíso perdido”. Este paraíso era Palmeira. A grandes rasgos te diré de que va:
    Matusalén, llegó un día a nuestro pueblo, -ya conoces aquello de “Anda y andarás hasta la consumación de los siglos”- y éste personaje bíblico se dirigió a nuestro emblemático castelo y preguntó a unos niños que por allí jugaban, cual era el nombre de aquél bonito pueblo. Los niños no supieron decírselo, nadie en el pueblo recordaba ni el nombre del pueblo ni siquiera como se llamaban sus calles; sus habitantes eran amnésicos, en cambio, sabían que sus pueblos vecinos se llamaban Ribeira, Pobra, e incluso conocían los nombres de sus calles.
    Matusalén estuvo unas semanas viviendo en la piedra del castelo y descubrió que la misión que lo había llevado a aquél bonito lugar sin memoria, era hacerles recordar su historia. Supo por los niños -que siempre lo acompañaban- que años atrás había habido un cine, un salón de baile, zapaterías y… Todo había involucionado. Héla ahí la razón del retroceso también en la retentiva.

    He quedado muy contenta, Pastor, de ver entre tus líneas que se nombra a un pueblo tan hermoso como el nuestro. Desconocía que el mercedario Ricardo Sanlés fuese de Palmeira y me ha emocionado. Hoy has sido el Matusalén de mi cuento. Muchas gracias.
    Besiños palmeiráns.

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