Obsesión pola carne: os aparecidos

lactanciamaterna-11Fidel Vidal. Por que esa obsesión dos crentes en descarnar o espírito? Quérennos pór unha especie de condón moral para impedir a “contaminación” humana, sen pensar que, polo mesmo, impiden tamén a divina, a experiencia divina –excelsa- do amor humano. A palabra carne en español e galego, úsase para referírmonos tanto á animal como á humana e, neste caso, sen esquecer a outra carne: a da lascivia. Os franceses din chair cando se refiren á carne humana e viande no caso da carne animal, da comestible. A carne humana tamén é comestible e, de comela, nese intre estaríamos a falar de canibalismo.

Que cousa pode pensar un seu irmán, vendo que o bebé mama da nai? Para o irmanciño ese bebé está comendo a nai. Non comer da nai senón a comela, á nai mesma, polas tetas: o seo que dá de comer e que se come. Así intentou apartar de riba da súa nai o cativo mamón:Aparta. Non comas a mamá!” A chair convertida en viande. Mais non come carne, diredes. Mama. Iso serve para os adultos sabidos en nutrición. Pero o neno só ve o seu irmán sen despegar a boca da teta da súa nai, até a saciedade. Come nai e come a mamá: o irmán caníbal.

cristo-eucaristiaO canibalismo adulto e católico trócase metafórico na comuñón a través da hostia: o Corpo de Cristo. Descárnase na metáfora e na repetición ritual tórnase inacabable e, polo mesmo, insaciable. A encarnación, por unha banda, fai finita a presenza divina, e por outro, na metáfora, infinita. En palabras de Alain Badiou (O Século), a encarnación como figura cristiá do finito da obra, é soporte dunha “apertura da forma na que o infinito advén como desencarnación”.

“Que comida é esta tan preciosa?” A fe responde dicindo: “Este é un Verbo feito Carne, e esta unha Carne feita por un Verbo. Este é o pan dos anxos que os homes comen; aquel pan agasallo dos reis; o maná verdadeiro que dá vida, e, nunha palabra, isto é comerse o home ao seu Deus, un ben infinito que encerra cantos sabores hai; e gústalle, mira que suave é, porque sabe a todas as virtudes e grazas” (Baltasar Gracián). Velaquí a carne sosegada.

O Deus incorporado, Xesús Cristo, faleceu (a carne morta podrece) sen chegar a se descompor, e non aceptou ser alma incorpórea, para permanecer –resucitado- corpo, o derradeiro corpo de trinta e tres anos, corpo ferido, nin sequera limpo das chagas inflixidas na dor da vía crucis e no calvario, corpo sen cicatrizar, sen maquillaxe. Andou, antes de subir aos ceos, tal como estaba, en corpo, corenta días, a corentena, sorprendendo aos seus. aparecidoDaquela converteu o “corpo presente” -un regalo-, sen alma, inanimado -morte- en “corpo manifesto”, expresivo, corpo sufrinte, con alma, animado –vida- facendo presente a garantía de saúde e ausente a morte.

Poderíase “presentar” como ánima, como unha pantasma. Mais a alma sen corpo que animar non vale nada, é nada. Velaí o eloxio do corpo: as feridas (do Cristo resucitado), as marcas do suplicio. As aparicións en forma de ánimas teñen unha presenza de tipo espectral e alimentan a imaxinación nos contos de abelurios e aparecidos, para lles meter medo aos humanos ávidos e necesitados de historias do alén.

 

3 comentarios en “Obsesión pola carne: os aparecidos

  1. Querido Fidel,
    Creo que, al margen de que uno sea creyente (con todas las variedades que eso implica) o ateo, la eucaristía da que pensar y este post lo hace de un modo excelente.
    “Solo comerte nos apaga el ansia,
    pan de inmortalidad, carne divina”.
    Eso decía Unamuno. Y muchas más cosas. Hombre contradictorio y, quizá precisamente por eso, coherente.
    La Eucaristía es central al cristianismo. En la educación católica se nos ha enseñado, como dice Magdalena, que hay una transubstanciación; quedan el pan y el vino como apariencia, pero se come y se bebe la carne y sangre de Cristo. Pero ¿qué significa exactamente eso para el creyente?
    Hubo tiempos nacional-católicos en que se llegó al ridículo de lo cuantitativo (“ser de comunión diaria”, “comulgar los primeros viernes de mes”, etc.).
    Me parece interesante tener en cuenta el aspecto etimológico del término “eucaristía”, que creo que quiere decir algo así como acción de gracias, y también que hay otro ligado íntimamente a él, “comunión”. De hecho, se habla de “celebrar la eucaristía” y de “comulgar”, como si fuera lo mismo, lo que no siempre sucede. La encíclica “Amoris Letitia” (en sus puntos 185 y 186) insiste en este aspecto, recogiendo en el buen sentido una expresión paulina referente a la condenación que implicaría a quien no recibe la eucaristía dignamente, en comunión… “con los descartables de la sociedad”, con todos. Es decir, el acto eucarístico lo es de gratitud y de comunión, simultáneamente. No es para agraciados sino para necesitados.
    Ha habido mucha mezcla conceptual y simbólica en el desarrollo de lo que es central al catolicismo. Por un lado, las resonancias de los cultos mitraicos y otros con elementos rituales similares. Por otro, la indiscutible influencia helenística en toda la cuestión terminológica, con los conceptos de substancia, accidente, etc. que parecen alejarse del simbolismo bíblico. Y lo simbólico le dice mucho más al alma que cualquier enunciado racionalista.
    Pero parece que hay algo esencial, expresado en el Evangelio de Lucas y en una carta de S.Pablo a los Corintios, la cuestión del recuerdo, “Haced esto en memoria mía”. En mi modestísima opinión, lo esencial de la eucaristía no tendría mucho que ver con la literalidad de comerse un cuerpo divino sino con lo que significa el recuerdo que la eucaristía exige, que no es el recuerdo de un muerto sino de un vivo, de Jesús, referencia única, central, divina. Comulgar significaría integrar a Jesús en la vida de uno (“tragárnoslo” sería el modo más radical, brutal si se quiere, de decirlo, porque no hay dualismo bíblico claro que diferencie cuerpo y espíritu, creo yo), comulgar significaría asumir la coherencia que implica aceptar su presencia real y no un mero recuerdo histórico, consintiendo en ser instrumentos de Dios en la mejora del mundo. Comulgar supondría esencialmente ser compasivos en el sentido más noble, budista incluso, viendo a Cristo en el otro, especialmente el que parece más desdeñable, más carente, más pobre.
    Tiende a verse la Eucaristía como una participación de perfeccionamiento, como ascenso espiritual que parte de un estado de gracia (el que supone el sacramento de la penitencia), pero parece más bien ser un acto de asunción humilde de lo que implicaría ser cristiano de un modo auténtico.
    Hay algo que dice Magdalena en su comentario y que me parece interesante comentar. Dice que la fe “es creer lo que no vemos”. Mi opinión al respecto es exactamente la contraria; entiendo por fe creer lo que vemos. Lo que vemos con el corazón, con la mente, con el alma. Pondré un ejemplo un tanto banal en apariencia: creo en una flor, en una brizna de hierba, en un caballo. Si pensamos en la complejidad que hay ahí, resulta que no es tan fácil creer aunque veamos. ¿Cómo es posible semejante complejidad, tanta belleza? Desde lo que veo, creo en un fundamento amoroso de lo existente. Esto me parece más fácil.
    Bueno, así es como concibo, en mi mar de ignorancia y en mi lejanía, la Eucaristía.

    1. Amigos Magdalena e Javier,
      Estes días, por culpa dunha avaría na conexión, non tiven acceso a internet e, por fin, hoxe, entro e vexo as vosas sempre interesantes e estimulantes aportacións. Non me queda outra que darvos as grazas. Eu só intento, que non é pouco, pórme á ras do chan, no tamaño especificamente humano. O demais é realmente marabilloso, literariamente extraordinario e moi edificante. Grazas de novo. Saudiña e sosego, moi sosego.

  2. ¿ Qué es fe ? fe, es creer lo que no vemos. Nos enseñaba el catecismo. Y en mi humilde opinión, tener fe es poseer un valor más, es un plus en la vida. Yo soy practicante y voy a misa cada domingo y fiestas de guardar. El momento de la Transustanciación es un momento emocionante e íntimo. El siguiente “el del canibalismo católico” es el culmen, es el momento estelar del creyente “el banquete de esa preciosa comida”.
    Muchísimos años antes de Jesucristo, el Antiguo Testamento nos cuenta que el rey de Salem, Melquisédec, después de la victoria de Abraham en contra de un rey vecino, salió a su encuentro y le ofreció vino y pan. El sentido de aquél presente era ni más ni menos el símbolo de lo que para muchas generaciones más tarde sería el mayor misterio de nuestra fe.
    El próximo domingo te invito a mamar de esa vianda, seguro que repites.
    Un abrazo sosegado desde Palmeira, querido Fidel.

Deixa una resposta a Fidel Vidal Cancelar a resposta

O teu enderezo electrónico non se publicará Os campos obrigatorios están marcados con *