A moral do peido

stinker_scanpixiris_0X. Ricardo Losada. Cando era estudante en Santiago tiña un compañeiro de piso ao que lle molestaba a cociña sucia cando a lim-paban os demais, pero nunca cando a limpaba el. Do mesmo xeito, proliferan na actualidade os políticos que se molestan cando alguén aldraxa os seus símbolos pre-dilectos, e mesmo piden multas ou penas de cárcere, pero que invocan a liberdade de ex-presión cando aldraxan os símbolos dos demais. Para uns é lícito un Santiago matamouros pero non unha Pilarica feladora; para outros é lícito mofarse do Rei pero non de Castelao; uns animan a queimar a bandeira española, pero non a estelada; outros, viceversa.

     Sánchez Ferlosio chámalle a moral do peido: ese hálito que só nos molesta cando é alleo. Paréceme unha analoxía xenial. Como din os biólogos, os peidos propios non molestan porque teñen un olor especial que só o dono detecta e que, por estar acostumado, parece menos fedorento. O olor dos peidos alleos, porén, molesta porque libera bacterias e pezas microscópicas de materia fecal que captan os nosos receptores sensoriais, e que o cerebro interpreta como tóxicos, mandándonos tapar o nariz.

EP030_Oak_tapándose_la_narizLoxicamente o que sucede a nivel biolóxico non debera determinar o que sucede a nivel político. E, en casos como o que nos ocupa, atrévome a dicir que debería ser xusto o contrario. Unha das frases máis tolerantes que coñezo atribúeselle a Voltaire: “Non estou de acordo co que dis, pero defenderei a morte o teu dereito a dicilo”. A maioría da xente concorda teoricamente en que é un principio democrático innegable, pero na práctica case ninguén o cumpre. Traducido a linguaxe escatolóxica, ese principio diría así: “Non estou de acordo co que peideas, pero defenderei o teu dereito a peidearme”. Non me estraña, xa que logo, o pouco éxito que ten. Pero ollo. Non o digo porque sexa difícil habituarse ao cheiro dos peidos dos demais (os pontevedreses ata se habituaron aos da celulosa), senón porque hai poucas cousas tan gozosas como ver que os demais sufran polo olor dos nosos peidos mentres nós lles esiximos (o tirano que levamos dentro) que lles chamen flatulencias.

9 comentarios en “A moral do peido

  1. Pido permiso a Barbantia para dedicarle estas líneas a mi querida Mari Carmen. Gracias.
    Buenos días, querida: mis largas disertaciones como tú bien dices, son como las del loro.
    En una de las enciclopedias de ALVAREZ, que fue hasta donde llegué con mi fugaz ilustración, había una poesía, más que poesía, moraleja, que decía:
    Érase un loro maldito
    que se gloriaba de santo,
    porque siempre era su canto
    el santo Dios y el bendito.
    ¡Cállate,necio! dijo el grillo,
    no eches plantas,
    pues si cantas lo que sabes,
    nunca sabes lo que cantas.

    A esta cotorra, le encantaría saber lo que tú sabes.
    Besiños agradecidos, reina.

  2. Perdoado, querido profesor. Ao ser máis vella, tomeime a liberdade de darche un tirón de orellas.
    Eu tamén che pido perdón.
    Boas noites rianxeiras. (Para min as quixera).
    P. D.
    Ao vir a colgar o meu minúsculo comentario, atópome coa longa disertación de Magdalena. Esta muller é unha enciclopedia con pernas. Alucinante!!!

  3. Querido profesor:
    A la mañana cuando vi tu respuesta dirigida a Mari Carmen y a mi menda, me marché tranquila para el Lustres Rivas, porque me percaté de que tu retraso en la contestación, era por incomodo y no por alteración del estado de salud, por la cual me tenías un poco preocupada. Bueno, a decir verdad, me marché relativamente sosegada, pensando en que si consintieras en la renuncia al profesorado de Ética, yo, particularmente, me sentiría huérfana como alumna, por lo que de ti aprendo en materias tan diversas, inclusive en la de Pedogogía escrita.
    No quiero por nada del mundo que optes al cese, simplemente por pensar que has fracasado con tus alumnas cafeteriles barbantianas; puedo asegurarte, y te aseguro, que he comprendido perfectamente el problema moral que planteabas, pero me ha parecido que el perceptivo, cambiaba más la filosofía, tomando de vez en cuando (sin abusar) un chocolate con churros en este café. (En la variación está el gusto)
    España, que dio al Imperio romano filósofos como Séneca, y poetas como Lucano, eran los dos eran muy aficionados a comer cerdo con garbanzos, y por eso no dejaban de ser buenos en su oratoria por comer el marrano y esas leguminosas con tan mala fama.
    La censura, querido profesor, si hubiera existido en la Grecia clásica, el Discóbolo de Mirón llevaría gabardina.

    Ha sido un placer leer tu artículo “A moral do peido” de vez en cuando a ese discóbolo no le pongas chubasquero, la lluvia purifica, y puedes estar seguro de que la percepción no ha tapado a la moral, simplemente la dejó un poquito relegada.
    Besiños palmeiráns, pero esta vez, sin propósito de la enmienda.

  4. Prezada Carmen:
    Todos os que escribimos sabemos o difícil que é atopar o ton dun texto. Dáme a impresión de que ti tes a rara virtude de atopalo con facilidade. O da túa resposta
    encantoume.
    Respecto á Pilarica feladora, non foi elección miña. Usouno o pregoeiro do Entroido de Santiago de Compostela, e creou unha gran polémica en todo o país. Esa é a razón de que apareza aí. É unha expresión que eu non empregaría no contexto dun pregón, pero que tampouco prohibiría xa que, como sabes, é moi difícil lexislar sobre a ofensa.
    Para máis creo que é mellor un mundo no que a xente aprende a non ofenderse por provocacións como esa (nunca me alterou que me chamasen fillo de puta) que un mundo no que hai que valorar se ofendemos a alguén antes de falar. O que si non soporto son os moralmente peideiros. Se me gusta provocar, tamén debe gustarme que me provoquen a min. O outro é, como diría un pedante posmoderno, microfascismo.
    Sinto o mal efecto.
    Un ssaúdo

  5. Querido profesor:
    Me acuso de mis pocas entendederas -o de mis prejuicios religiosos- que no me permitieron ver de primera intención el mensaje que querías transmitir en tu estupendo, divertido y satírico artículo siempre tan actual.
    Ortega y Gasset decía -más o menos- que, aunque definimos el lenguaje como medio que sirve para manifestar nuestros pensamientos, muchas veces, mudos nos entenderíamos mejor. En mi caso sólo tuve en cuenta que “la palabra es un sacramento de muy delicada administración”. Reminiscencias de la educación recibida… Claro que, releyendo sosegadamente tu artículo y aun entendiendo que no tiene desperdicio, sigo creyendo que el apelativo mariano que has elegido no es el más adecuado. (En esto trato de ser consecuente con lo que pienso).
    Lo que tampoco tiene desperdicio es la respuesta de Magdalena. ¿Qué más podría añadir servidora…?
    Un abrazo compartido.
    .

  6. Prezadas Carmen e Magdalena:
    Teño que dimitir como profesor de Ética. Escribín un artigo titulado A MORAL DO PEIDO e non conseguín que os lectores se quedasen co problema moral que plantexaba, senón co problema perceptivo. En que mundo vivimos? Como é posible que a palabra PEIDO teña máis atractivo para un lector culto que a palabra MORAL? Explicará iso a ola de populismo que percorre o mundo? É Trump unha consecuencia directa desa transmutación dos valores morais en perceptivo-peideiros, que diría Nietzsche?
    Eu mesmo: farteime de rir cos vosos comentarios.
    O único consolo que me queda é que, nun mundo de flatulencias, podo afirmar, con total seguridade, que non son un pediocre.
    Apertas

  7. Querido profesor:
    Estoy completamente de acuerdo con lo que expones en tu artículo y por lo tanto no iría en contra de mis principios si defiendo los tuyos. Sin embargo me parece irreverente e innecesario el apelativo que le aplicas a La Pilarica. Como no me parece acertado el sobrenombre de “matamoros” con el que se conoce al Apóstol. Y menos aún me gusta
    la imagen ecuestre con los moros debajo del caballo. Por supuesto que soy partidaria de la libertad de expresión, pero siempre dentro de unas normas éticas. A veces es bueno mostrarse comedido, aun que sólo sea por aquello de no herir susceptibilidades.
    Y como en tu artículo haces mención de la “fábrica do cheiro”, como solíamos llamar a La Celulosa, permíteme que cuente una anécdota:
    Recién casados, nos dirigíamos mi marido y yo, en una flamante Vespa, hacia Marín a conocer el piso que nos había sido adjudicado. Como era mi primera experiencia sobre una moto -y poco más la de mi marido como conductor- me agarraba a su cintura con todas mis fuerzas creyéndome así más segura. Cuando llevábamos un rato cruzando la zona de La Celulosa, no pude contenerme y comencé a dar voces:
    -¡Por favor, Rafa…! ¡Que me llevas detrás!
    Y para que Magdalena amplíe su lista:
    Pedicultura: Estudio del pedo y práctica de un correcto pedorreo.
    Pedigüeño: Mendigo (de pedos).
    ¿Sabéis cuál es el primer chiste que les cuento a mis nietos? “El pedo con cáscara”
    Boas noites.

  8. Como decía Albert Boadella en “Memorias de un bufón” (2001). “En aquellas inacabables veladas, las disquisiciones dogmáticas de los militantes políticos iban siempre dirigidas a determinar dialécticamente quien pondría el cascabel al gato”. Bueno… pues, aquí me tienes dispuesta a colocárselo. Es tarea ardua el poner este cascabel , y seguro que te habrás pasado la jornada especulando cómo, y cuál, sería mi respuesta. Pues, en primer lugar te diré que el epíteto de Sánchez Ferlosio, a la mayoría de los políticos, sea cual sea su ideología, les va como anillo al dedo. Todos confunden retrato con retrete, y no se dan cuenta de que el retrato muestra nuestras características físicas; mientras que el retrete muestra las fisiológicas. Y así nos va.
    El otro día, en la respuesta a AgraFoxo, le comentaba que lo escatológico bien contado nos hace reír, y hoy me he reído leyéndote; en estos tiempos que corren, la risa es una medicina para el espíritu.
    Hay un libro que se llama “El diccionario de Coll” prologado por Camilo José Cela (dicho prólogo brilla por su ausencia) del cual fueron vendidos 170.000 ejemplares, y que con el permiso de Barbantia, te remito unas cuantas palabras. Sin más dilación le coloco el cascabel al minino.
    PEDAZO. m. Pedo enorme, grande, estentóreo.
    PEDIOCRE. adj. Vulgar en sus pedos.
    PEDITABUNDO.adj. Pensativo al expeler la ventosidad.
    PEDOGOGÍA. f. Arte de enseñar al niño la forma de expulsar el aire por el ano.
    PEDOLEO. Ventosidad del ciclista en plena carrera.
    PEDÓN. Expresión solicitando indulgencia por la ventosidad expelida.

    Y antes de que me arañe, aquí lo dejo finalizando con un epigrama dedicado a un marqués que abusaba de gozos traseros y que falleció repentinamente, dijo el poeta:
    Dejó este mundo de abrojos
    por fin el señor marqués.
    El marqués cerró los ojos…
    los tres.

    Besiños palmeiráns con propósito de la enmienda.

Deixa unha resposta

O teu enderezo electrónico non se publicará Os campos obrigatorios están marcados con *